miércoles, 14 de julio de 2010

día 41

yang shuo, 14 de julio
el tren llegó como con dos horas de retraso, adentro a pesar del aire acondicionado hacía un calor insoportable. como a las 8 pasamos por una estación importante y se bajó un montón de gente, pude pescar una hilera de 3 asientos libre y dormir un rato. tenía los tobillos como barriles y la espalda arruinada. las últimas horas se me hicieron interminables, me dolía la panza, tenía calor, sueño, hambre, incomodidad al extremo.
y entonces entendí porque estuve así estos últimos días y porque me daba tanto miedo china: por j. por la incertidumbre del reencuentro. mi inseguridad es tan tremenda a veces! no sé que temía, la verdad, que no apareciera, que no me quisiera, que me quisiera. los últimos tiempos había estado tan hermético que podía esperar cualquier cosa: que había decidido no venir, que se había hecho gay, cura, astronauta.
bajé del tren pensando en que quizás no estaría, pero apenas se vislumbró la calle aún desde adentro de la estación, lo ví. paradito sobre un montículo, el pelo atado como siempre, frunciendo los ojos para encontrarme. no me vió hasta que estuve casi al lado, nos dimos un abrazo mientras yo aún tenía la mochila puesta y otro sin la mochila. es rara la primera impresión, sin dudas, hay que reconocerse en el sentido más literal de la palabra. cruzamos dos palabras acerca del viaje en tren, del mío y del suyo la noche anterior. me da un beedie, los mismos que yo le mandé desde calcuta, va a comprarme algo para tomar. está ahí con mochila y todo, hizo el check out del hotel y tiene planes, quiere que vayamos a yangshuo.
yo estoy tan libre como hoja en el viento, y tengo menos idea de la china que mi verdulero en buenos aires, así que escucho y obedezco.
el bus sale de ahí mismo, es tan loco volvernos a ver después de tanto tiempo y así como si nada, hola que tal, nos vamos de viaje juntos. hay algo de maravilloso en todo esto, como si nos hubiéramos visto ayer, como si no hubieran pasado 7 meses en el medio. y a la vez sí, hay cierto extrañamiento, hay una ligera distancia, un medir los movimientos, propios y ajenos.
subimos al bus, otra vez sentados uno al lado del otro, casi me había olvidado lo hermosa que era su boca.
me da tanta gracia descubrirlo tan diferente de m, tan cálido, tan entusiasta, tan atento a mí, a ayudarme, a cuidarme. es tan evidente que me río. además está el tacto. tocarse al hablar, eso que extraño tanto, el contacto físico.
las dos horas de viaje se nos pasan volando. llegamos,
el paisaje es idéntico a vang vieng, las mismas montañas excepto que acá el río no es marrón sino transparente azulverdoso y que hay una cantidad asquerosa de restaurantes, hoteles, regalerías y luces de neón. no hay ciudad chica en china, parece, todo es grande, enorme, colorido, como una sobredosis western, como una exageración abusiva. es como florida en hora pico pero con turistas, especialmente chinos. parece que son las vacaciones.

buscamos hotel, lo típico. entre tanto, me pellizca, me pelea, me hace reír. dejamos las cosas, me doy un baño, luego él antes de meterse en la ducha me da un abrazo, me dice que está bueno que nos hayamos vuelto a encontrar. para su laconismo habitual, es una declaración muy seria. se mete en la ducha, sale en toalla, ay, que hermoso que es, tiene un lomazo de esos de almanaque.
salimos a caminar, a sacar fotos, a cenar, y es como si siempre hubiera sido así.
me salta un poco la comparación con m, quizás con el tema de las conversaciones, que con m eran más intelectuales. pero con j tampoco es que son frivolidad pura, sino más existenciales, más empíricas, más reales en un punto. menos paja-mentales, diría.
hablamos, hablamos, hablamos, reímos, le digo que estoy muy feliz de encontrarme con él, que estoy muy feliz de todo y por todo.
llega la noche, se pasa a mi cama para mirar unas fotos, los mimos reaparecen, y otra vez su boca que es tan hermosa, eso también lo había olvidado, lo hermoso de sus besos. me abraza, lo abrazo, se siente como volver a casa.

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